Me encanta ver como corre la línea blanca de la carretera. Dejar atrás tantos kilómetros hace que me de cuenta de que siempre avanzo. Suelo optar por viajes cortos pero espero que uno de ellos sea eterno. Aún así no quiero anticiparme. Queda mucha carretera por recorrer hasta decidir mi destino, mientras tanto estoy dispuesta a equivocarme.
Claro que creo en los fuegos que nunca se apagan pero tengo demasiada experiencia con los que lo hacen antes de tiempo. Y además de forma inesperada.
Pero lo peor no es que se apaguen antes de tiempo, lo peor es que sólo se apague una mitad y la otra siga luciendo, intentando que una pequeña chispa salte al otro lado y prenda las cenizas que puedan quedar.
Pero lo que ya es del todo inaguantable es no querer acabar con todas las llamas y, mantenerlas encendidas a base de recuerdos y esperanza.
Y es que la puta esperanza es siempre demasiado inoportuna.
Y los putos recuerdos son eso, recuerdos que no vuelven pero tampoco se van.
¿Luchar o rendirse?
Y es que no tengo fuerzas para luchar pero mi corazón no me permite dejar de creer en esto.
Entiendo lo qué es que se te junte todo y
que el puto frío llegue tan dentro que pienses que ningún fuego va a ser capaz
de calentarte.
Conozco a la perfección las palabras fruto
de la rabia y la soberbia de pensar que eres tú solo contra el mundo.
Las palabras hirientes y la ignorancia como
el escozor de una herida recién abierta.
Es como “cuando quiere llover y no llueve,
y uno desea que, aunque jamás vaya a ser a gusto de todos, descargue ya
violentamente o que suene de una vez un rayo de sol, pero que por favor el
clima se defina en toda su contundencia”
La ambigüedad de tus señales que
provocan la ansiedad de retorcerse, agonizando últimas oportunidades que no
quiero agotar.
“Y a mí este casi” me está matando.
Y mientras reviso cada una de tus
contradicciones, me pregunto cómo estás.
Y mientras sigas creyendo que eres tú
contra el mundo, aquí te espero, aunque no por mucho tiempo, a la deriva, para
que puedas encontrarme rápido, pero sin estorbar. Dónde puedas aterrizar sin
demasiadas maniobras a pesar de las turbulencias. Dónde quede acabada tu
mierda, para que puedas escupirla sin salpicarme, entre el sinsentido de tus
escudos y la debilidad de mi esperanza.
También sé que “nada vale la pena sin
alguien que te haga ser incoherente.
Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas
de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus
principios, tus valores, tus yo nunca y tus yo que va.”
Y por último decir que “puedes dejar tus cosas aquí, entre los años que
te busqué y los que te pienso seguir encontrando. Los primeros están llenos de
errores, los segundos, teñidos de ganas de no equivocarme otra vez"
Charles Bukowski
A la puta que se llevó mis poemas.
Algunos dicen que debemos eliminar del poema
los remordimientos personales,
permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero
¡Por Dios!
¡Doce poemas perdidos y no tengo copias!
¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores!
¡Es intolerable!
¿Tratas de joderme como a los demás?
¿Por qué te no te llevaste mejor mi dinero? Usualmente
lo sacan de los dormidos y borrachos pantalones enfermos en el
rincón
La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete
de cincuenta,
pero mis poemas no.
No soy Shakespeare
pero puede que algún día ya no escriba más,
abstractos o de los otros;
Siempre habrá dinero y putas y borrachos
hasta que caiga la última bomba,
pero como dijo Dios,
cruzándose de piernas:
"veo que he creado muchos poetas
pero no tanta poesía"
Y ahora los días de lluvia y las tardes de domingo no duelen
tanto.
Creo que algunas despedidas son mejor que muchas bienvenidas
o que todas nuestras reconciliaciones.
Creo que éste adiós se ha llevado la carga de dolor de
sentirme tan sola cuando estaba contigo.
Creo que nunca llegue a autoconvencerme (al menos del todo),
de que quererte era la mejor opción. Y ahora me doy cuenta de que era la peor
de todas.
Y ahora, aunque sola, me siento menos sola que nunca.
Tengo tanto miedo a las despedidas que nunca quise que
llegase la nuestra por pura resignación a un final. Por pura adicción a las
peleas. Por temor al dolor que pudiese sentir.
Pero, ¿sabes? Creo que algunas despedidas son mejor que
muchas bienvenidas o que todas nuestras reconciliaciones.
Y es que fuiste una mañana de lunes, un escenario sin
luces, una vela que se apaga, una guerra inacabada, un puñal cuando se clava, un invierno sin mantas…
pero FUISTE y lo importante ha sido eso, que es pasado.
Nunca fuimos nosotros. Eras tú y era yo y a veces éramos tú
y yo juntos, pero nunca fuimos nosotros. No sé si me explico. Lo que quiero decir es que nunca lo
intentamos, ninguno.
Y tú te fuiste, y yo te deje ir. Y yo me fui y tú no me
pediste que me quedase. Pero sí, fuimos felices, y también desgraciados. Y
sentimos y ocultamos sentimientos. Y sacaste lo peor y lo mejor de mi.
Fuimos y ya no somos.
Que raro suena hablar en pasado, tan pronto.
No sé si fue lo mejor que pudo pasarnos, sólo fue lo que
quisimos que pasara.
Suena “seaside” y me acuerdo de todas las cosas que no
hicimos.
Y me acojona saber todo lo que nos hemos perdido. Y me mata
que nunca vayamos a cumplir todos los planes que teníamos pensados.
Y que ahora
lo vivido me sabe a poco. Me sabe a copa sin hielos, a besos sin alma, a letras
sin versos, a noches sin luna, a días sin vida y a restos de nada.
Creernos todas nuestras mentiras y que nuestras
incoherencias se escondan entre mis malos días y tus buenas noches. Y despertarnos
fingiendo que la resaca de tu rencor y mis caprichos no nos afecta.
Podemos reconstruirnos con sonrisas insostenibles y miradas
desmesuradas que dejan todo por decir y nada de lo que hablar. Que invalidan todo
acto de valentía que dejamos anotado en nuestra lista de cosas por hacer.
No tengo tiempo para dolernos ni para escocernos y dejarnos
la piel en cada puto orgasmo como si siempre fuese la última vez, como si se
nos agotase el tiempo.
Los semáforos en ámbar, las medias tintas, todas las cosas
que no nos dijimos empiezan a castigarnos.
Podemos construir siempres vacíos de esperanza.
Podemos prometer nuncas repletos de miedo.
Seguimos estáticos como siempre, estamos rendidos como
nunca.
Si quieres escaparte a un mundo en el que te entiendan, yo
iré contigo. A donde sea, aunque no logre comprender tu dolor. Aunque tu
sufrimiento trascienda a los motivos que sustentan tu felicidad.
Si quieres empapar la almohada de lágrimas, está bien,
llenaré tu vida de sonrisas.
Y aunque tengas ganas de huir de esta mierda que no deja de
perseguirte sólo es una prueba más.
¿Por qué?, esa es mi pregunta, con la de hijos de puta que
hay en este mundo.
Tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna.
La felicidad está en las cosas que no planeas, en las que no ves venir.
Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo. Ni siquiera yo. Si tienes un sueño, ve a por él. La gente que no lo consiguió te dirá que no lo lograrás, pero si tienes un sueño persíguelo, y punto.
Hay momentos en nuestras vidas en los que nos vemos en una encrucijada. Las elecciones que hacemos en esos momentos pueden definir el resto de nuestra vida. Claro que cuando se está frente a lo desconocido, la mayoría de nosotros prefiere dar media vuelta y volver, pero a veces las personas persiguen algo mejor, algo que han encontrado tras el dolor, enfrentándose a él solos, justo tras la valentía y el coraje que supone dejar que alguien llegue a ti, o el dar a alguien una segunda oportunidad. Algo tras la lenta persecución de un sueño. Porque solamente estás a prueba si descubres realmente quién eres. Y sólo cuando estás a prueba descubres quién podrías ser. La persona que quieres ser existe al otro lado del trabajo duro, la fe y la confianza, y tras el desengaño y el miedo que están por venir
¿Qué saben los sueños de límites?
.
A veces es fácil sentir que eres el único del mundo que está luchando, que está frustrado, o insatisfecho, o quedándose atrás. Pero ese sentimiento es mentira. Y si aguantas, si encuentras el coraje para enfrentarte a todo otro día más algo o alguien te encontrará y hará que las cosas mejoren. Porque todos necesitamos un poco de ayuda a veces. Alguien que nos ayude a escuchar la música del mundo. Para recordarnos que no siempre será así. Que alguien está ahí fuera. Y que ese alguien te encontrará.
No esperes el momento perfecto. Toma el momento y hazlo perfecto