Entiendo lo qué es que se te junte todo y
que el puto frío llegue tan dentro que pienses que ningún fuego va a ser capaz
de calentarte.
Conozco a la perfección las palabras fruto
de la rabia y la soberbia de pensar que eres tú solo contra el mundo.
Las palabras hirientes y la ignorancia como
el escozor de una herida recién abierta.
Es como “cuando quiere llover y no llueve,
y uno desea que, aunque jamás vaya a ser a gusto de todos, descargue ya
violentamente o que suene de una vez un rayo de sol, pero que por favor el
clima se defina en toda su contundencia”
La ambigüedad de tus señales que
provocan la ansiedad de retorcerse, agonizando últimas oportunidades que no
quiero agotar.
“Y a mí este casi” me está matando.
Y mientras reviso cada una de tus
contradicciones, me pregunto cómo estás.
Y mientras sigas creyendo que eres tú
contra el mundo, aquí te espero, aunque no por mucho tiempo, a la deriva, para
que puedas encontrarme rápido, pero sin estorbar. Dónde puedas aterrizar sin
demasiadas maniobras a pesar de las turbulencias. Dónde quede acabada tu
mierda, para que puedas escupirla sin salpicarme, entre el sinsentido de tus
escudos y la debilidad de mi esperanza.
También sé que “nada vale la pena sin
alguien que te haga ser incoherente.
Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas
de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus
principios, tus valores, tus yo nunca y tus yo que va.”
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