viernes, 7 de diciembre de 2012

Crecen bucles de inestabilidad con tendencia a cualquier cosa menos a desaparecer.


Entiendo lo qué es que se te junte todo y que el puto frío llegue tan dentro que pienses que ningún fuego va a ser capaz de calentarte.
Conozco a la perfección las palabras fruto de la rabia y la soberbia de pensar que eres tú solo contra el mundo.
Las palabras hirientes y la ignorancia como el escozor de una herida recién abierta.
Es como “cuando quiere llover y no llueve, y uno desea que, aunque jamás vaya a ser a gusto de todos, descargue ya violentamente o que suene de una vez un rayo de sol, pero que por favor el clima se defina en toda su contundencia”
La ambigüedad de tus señales  que provocan la ansiedad de retorcerse, agonizando últimas oportunidades que no quiero agotar.
“Y a mí este casi” me está matando.

Y mientras reviso cada una de tus contradicciones, me pregunto cómo estás.
Y mientras sigas creyendo que eres tú contra el mundo, aquí te espero, aunque no por mucho tiempo, a la deriva, para que puedas encontrarme rápido, pero sin estorbar. Dónde puedas aterrizar sin demasiadas maniobras a pesar de las turbulencias. Dónde quede  acabada tu mierda, para que puedas escupirla sin salpicarme, entre el sinsentido de tus escudos y la debilidad de mi esperanza.

También sé que “nada vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente.
Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus yo nunca y tus yo que va.”

Y por último decir que “puedes dejar tus cosas aquí, entre los años que te busqué y los que te pienso seguir encontrando. Los primeros están llenos de errores, los segundos, teñidos de ganas de no equivocarme otra vez"


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