sábado, 22 de octubre de 2011

Nunca digas nunca, pero nada es para siempre.



No puedo llegar a ti, ni el sol llega a ti. Tus persianas no dejan paso ni a un jodido rayo que se cuela por alguna rendija despistada que se quedó abierta por si acaso decidías romper la barrera que nos separaba. Busco frases tristes pero sin lágrimas que descifren tu historia, pero cada uno de tus gestos desconciertan a mis intentos de adivinanza. Quiero saber hasta el detalle más secreto que escondes bajo esa sonrisa de misterio, quiero saber hasta la espina más profunda que ocultas debajo de tu piel, hasta la mentira más grande que se te haya ocurrido inventarte.
Quiero conocer cada uno de los lunares de tu cuerpo y a los fantasmas del pasado que te  quitan el sueño.
No quiero que abras la persiana de golpe, si la fuerzas acabará por romperse, pero ábreme cada día una de tus rendijas para que pueda colarme en tu vida despacito, por si algo no funciona desaparecer de la mañana a la noche, igual que el sol o si lo prefieres, de la noche a la mañana, como la luna.
Ábrela y vuélvela a cerrar, juguemos al tira y afloja, vivamos una historia de montaña rusa, pero sin relatos de terror en los que la atracción se descarrila y sale en los telediarios "cuatro muertos y uno en estado muy grave", hagámoslo como en las novelas épicas de la Edad Media, con el romanticismo de Bécquer y la retórica de  cualquier escritor de este planeta.
Déjame entrar poquito a poco, prometo quedarme si sigo riéndome con tus chistes fáciles, prometo marcharme si no encuentro palabras que rimen con nosotros.


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