Revuelves mi vida con tonterías tan simples que me dan
vértigo.
Un vértigo inevitable. Inevitable por mi incapacidad de
bajarme y mirar nuestras vidas con los pies en el suelo.
La revuelves diciéndome que no quieres ver a nadie, pero no
me incluyes en esa frase.
Y tengo miedo de pensar que soy alguien, y que tú lo
eres.
Me provoca jodidas nauseas que un día yo esté en esa frase y
dejes de buscarme.
La revuelves cuando te pasas una hora diciéndome lo mucho
que te ha gustado verme.
Y La revuelves cuando me mandas a la mierda
exigiéndome ser alguien.
Pero ya lo eres.
No encuentro ningún motivo para poner etiquetas, ni
calificar este puto vértigo con ningún nombre en concreto.
Sólo sé que no es bueno.
Solo sé que es increíble.
Como cuando subes a lo alto de un edificio y ves toda la
ciudad bajo tus pies.
Te sientes tan vulnerable ante la inmensidad de la vida y a
la vez sientes que eres parte de algo, y que ese algo forma parte de ti.
Es un disparate, un jodido disparate.
La revuelves porque el miedo a fallar nos destruye y las ganas de vencer nos derriban.
Sabes, quizá nos falte ese algo que lo empuje todo.
O quizá si lo tengáis y sea el miedo el protagonista de vuestra historia. Concédete el privilegio de sentir, de dejarte llevar y de que revuelva tu vida día a día. Concédete el privilegio de hacerle feliz y que el te haga feliz.
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